miércoles, 18 de enero de 2017

Autobiografía Ficticia

La historia de mi vida

Hola me llamo Señor Espejo y quiero contarte la historia de mi vida. Fui creado por un maestro cristalero de Gumiel de Izán hace 100 años. Mi creador me fabricó con gran esmero porque iba a ser entregado a una joven pareja recién casada muy querida para él.

Viví con esa joven pareja muchos años, vi crecer a sus hijos y todos me tenían un gran cariño. Sin embargo cuando la Guerra Civil española comenzó, todos los objetos que éramos considerados de valor fuimos trasladados al desván de aquella vieja casa. Allí pasé mucho tiempo, creyéndome olvidado y sin poder dar lo mejor de mí.

Años más tarde, cuando una de mis hermanas adoptivas se casó me llevó con ella a vivir a la Villa de Bilbao. Me encantaba la ciudad y aquella casa rebosaba alegría. Los niños,  que nacieron y crecieron, se convirtieron en hermanos para mí. Yo tenía un sitio privilegiado en casa. Desde el final del pasillo observaba las entradas y salidas de la casa, así como el constante movimiento de todos los miembros de mi familia. Aunque yo estaba al fondo, siempre percibía alguna mirada cómplice de los miembros de la casa, tanto al entrar como al salir.  Fueron unos 20 años maravillosos.

Cuando mis actuales padres adoptivos fallecieron mis nuevos hermanos tuvieron que marchar de esa casa y, aunque donaron muchos de los muebles que allí había, no de deshicieron de mí. Me hicieron sentir parte de la familia.

En 1993, una de mis entonces hermanas me llevó a su casa con su joven familia. A los pequeños les enseñaron que yo era una parte muy importante de la familia y tenían que tratarme con cariño y respeto. Nunca se portaron mal conmigo. No obstante, las modas fueron cambiando y espejos más grandes y modernos ocuparon mi lugar. El relevo generacional es algo muy duro de superar, te sientes un trasto viejo y no sabes en qué momento dejarás de importar a tus más queridos familiares.

He de decir, que aunque no me mantuvieron ahí por siempre, lograron hacerme un hueco en la casita de la playa. Paso mucho tiempo solo, pero cuando vienen de visita siento que soy algo importante para ellos. Lo noto por cómo me miran y cómo se miran ellos mismo en mi reflejo.

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